
Jeremy Alcoba no lo ha tenido fácil, pero a base de mucho esfuerzo y trabajo ha conseguido llegar muy lejos. En su mente nunca ha existido la palabra ‘rendirse’.
En las vigilias del Gran Premi de Catalunya Motosan tuvo el placer de charlar con el piloto de Jesús, Jeremy Alcoba. El ebrense lleva tres temporadas en la categoría intermedia en la que parece haber encontrado su sitio. La entrevista dio para mucho y, en esta ocasión, queremos mostrar la parte más humana y personal que hay detrás de un piloto.
Empezaste desde muy pequeño con la afición de las motos, pero ¿qué es lo que te motivó y decidió dedicarte de forma profesional? «Todo empezó por mi padre. Al final a mí me gustaban las motos, cuando escuchaba el ruido siempre me llamaba la atención. Pero aparte, tanto a él como a su familia siempre le han gustado. Él hacía motocross, pero lo que miraba por la tele siempre ha sido velocidad. Intentó que su hijo, en este caso yo, intentara cumplir uno de sus sueños, y la verdad es que poco a poco íbamos probando y subiendo de categoría. Ves que ganas carreras o que estás en el podio, que vas rápido. Es cierto que cuando eres pequeño no tienes conciencia, no sabes que realmente puede llegar a gustarte o que no. Empecé por él, pero si estoy aquí ahora mismo obviamente es por mí«.
¿Hubo algún momento durante todo este proceso en el que te replantearas no continuar? «Personalmente por mí no, más para mis padres. Al final es un deporte bastante caro y económicamente hablando hubo un momento en que ya era imposible poder continuar. Cuando tenía diez años o así, que estaba en 80cc, a media temporada ya no podíamos continuar y allí nos cogió Monlau y gracias a ellos pude terminar las últimas tres o cuatro carreras«.
¿Un piloto sin manías?
Hay ciertos aspectos que crean curiosidad, ¿por qué el 52? «El 52 viene por un póster que cogí cuando era pequeño. Recuerdo a Motorland los jueves cuando haces el pitwalk, haciéndote fotos con gente que ves por la tele, que te gustaría ser como ellos. Me llevé dos o tres posters y los tenía en casa, uno de ellos era el de Danny Kent. Empecé con el 95 de Rayo McQueen, también utilicé el 46 por mi ídolo. Una vez entré en Monlau, me dijeron que el número era una identificación personal y que se puede conocer a un piloto tanto por el nombre como por el número. Tenía otro número en la cabeza porque también me gustaba el 23. Pero con el 52 sí que es verdad que fue porque lo tenía allí y el póster me gustaba, encontré relaciones en cuanto a mi nombre, en cuanto al número y que podía jugar con él. Al final era un número igual pero girado y me hizo gracia«.
Y respecto a rituales o manías antes de una carrera, ¿tienes alguno? «No exactamente. Tengo mi ritual y si me lo salto no pasa nada, no se me acaba el mundo, pero tengo mi plan de trabajo y lo utilizo para concentrarme y por si se va un poco la cabeza o lo que sea poder volver a conectarme en el momento de focalizar. Sí que es verdad que, por ejemplo, empiezo a meterme la bota, el guante o los tapones por el lado izquierdo y después el por el derecho. También tengo los calzoncillos del domingo«.
Jeremy recuerda su peor momento
De toda tu carrera deportiva, ¿cuál ha sido el momento más complicado para ti y cuál es el aprendizaje que has sacado que te haya servido para un futuro? «El momento más complicado fue el tercer año del Mundial Junior, que no sabía si tendría equipo. Teóricamente tenía que subir al Mundial ya a mitad temporada y me dijeron que no, que estaban buscando otro equipo, al final tampoco. Llegué a la última carrera, que no sabía que iba a hacer. Hubo un momento en que me dijeron que probaría una Moto2, pero que me volvería a quedar aquí en el FIM CEV. La ilusión que tenía yo por subir porque mis compañeros habían subido y veía que también tenía el nivel como para subir, ¿por qué no subo? Fue un momento muy duro, recuerdo que lloré«.
«Estuve desde diciembre hasta enero preparándome mentalmente porque todo apuntaba a que haría Moto2 al FIM CEV y después terminando a mediados de enero o así me vuelven a llamar y me dicen que no a falta de un mes de empezar la pretemporada, y que Moto3 otra vez. Ya consciente, habiendo dicho a todo el mundo que haría Moto2, estaba incluso ilusionado, tuve que volver a Moto3. Me acuerdo, volví a llorar porque ya lo tenía todo hecho y aclarado, ¿por qué? Me lo tomé con ganas, la verdad. Sabía que tenía el potencial, el equipo al que iba era muy bueno«, añade Jeremy.
Con la miel en los labios en casa
Finalmente, el equipo Laglisse confió en él. «Entré, firmé en Laglisse y era mi año de todo o nada, y ya desde pretemporada me encontré super a gusto viniendo de tres años en Honda, me encontré muy bien en la Husqvarna. El equipo me sentó súper familiar, la moto iba de cine y el equipo respondía y al final yo también respondí. Fue un año increíble dónde venía de no tener nada y no terminar de salir, a hacer los mejores resultados. Ganar el título abrió mis puertas a subir al Mundial«.
Jeremy nos comentó antes del GP de casa su objetivo para aquel fin de semana que, casi alcanza. Además, también nos explica la meta más a largo plazo de aquí a final de temporada. «Para este Gran Premio estoy bastante motivado. En las categorías inferiores lo he hecho bastante bien, era uno de los circuitos que más me gustaba y creo que podemos hacerlo bastante bien y por qué no subir el podio a casa. Para las últimas carreras continuar con este ritmo y en lugar de estar luchando por el TOP10 intentar estar luchando por el TOP5 y terminar la temporada perfecta«.
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