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Manuel Poggiali: “No era el mundo el problema, era yo»

20 Abr. 25 | 21:00
Fuente: RRSS Manuel Poggiali

Manuel Poggiali: del podio al silencio, y el regreso a la vida

En el imaginario colectivo de los aficionados al motociclismo, el nombre de Manuel Poggiali brilla como un destello breve, casi fugaz, pero intensamente luminoso. Campeón del mundo en 125 cc en 2001 y en 250 cc en 2003, el joven sanmarinense parecía destinado a marcar una era. Su talento, su velocidad y su descaro lo situaban como el sucesor natural de Valentino Rossi. Y, sin embargo, como cuenta para Relevo su carrera se desvaneció antes de lo que nadie podía prever.

Hoy, a sus 40 años, Poggiali ha encontrado paz. No en los circuitos, sino en la vida. Esta es la historia de un genio precoz que, tras tocar el cielo, cayó en el abismo… y aprendió a salir de él.

Un inicio meteórico

Manuel comenzó a competir en minimotos en 1997. Solo dos años después, ya estaba en el Mundial. Su ascenso fue fulgurante, sin pausa y aparentemente sin esfuerzo. En 1997 gané mi primer campeonato italiano en minimotos y en el 99 ya corría en el Mundial. Fue una escalada veloz. Mientras vencía en Europa, también me imponía en Italia… luego en un cuarto de litro también triunfaba. Todo era fácil, lo difícil salía solo”.

Con apenas 20 años, ya acumulaba dos títulos mundiales. Había devuelto la gloria a Gilera casi 50 años después de su último campeonato. Luego, en 2003, tocó la cima con Aprilia en 250 cc. Ese mismo año, recibió ofertas para pasar a MotoGP, entre ellas la del equipo Gresini. “No acepté. Tenía contrato con Aprilia y sentí que debía honrarlo. No sabía que la fábrica estaba mal económicamente. Nadie me avisó. Fue una masacre”.

La tormenta invisible

El año 2004 fue un punto de inflexión. Pese a seguir con Aprilia, ya nada era igual. La crisis financiera de la marca afectó todos los niveles del equipo: organización, recursos, ambiente. Poggiali pasó de ganar carreras a perder la motivación. “Todo había cambiado. Se improvisaba, no había puntos de referencia. El ambiente era negativo. Los mecánicos cobraban tarde, los pilotos igual… y las carreras lo pagan”.

Más allá del plano deportivo, el impacto emocional fue devastador. Manuel reconoce que no supo gestionar el caos que se había instalado en su entorno. “No era solo cuestión de dinero. El problema fue mío, que no supe gestionar la negatividad que había en el ambiente. Me costó aceptarlo, metabolizarlo, superarlo”. El declive fue rápido. Pasó del protagonismo a la sombra. De las comparaciones con Rossi a desaparecer de las clasificaciones.

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Una caída silenciosa

Pese a las críticas, Manuel asegura que, en aquel momento, no le afectaban. Pero eso no significa que estuviera bien. Su mirada se apagaba y su vínculo con las motos se deterioraba. «Las críticas no me hacían daño. Pero me encontraba en una atmósfera pesante. No tenía experiencia, y me encontré con algo demasiado grande. La vida es una montaña rusa, y no la Ruta 66. Esto hay que aceptarlo”.

En 2005 volvió a 125 cc con Gilera. Apenas tenía 23 años, pero su pasión ya estaba rota. El ambiente, el dolor no gestionado, las expectativas frustradas… todo lo empujaba hacia la puerta de salida. “Iba a las carreras sin ganas. Perdí la ilusión. Donde pasas la mayor parte del tiempo debes estar bien. Yo no lo estaba. Por eso decidí dejarlo. Era una agonía”.

A eso se sumaba una dura historia personal: su madre había muerto cuando era niño y su padre cuando tenía 16 años. Sin red emocional y con el corazón dañado, Manuel se aisló. “Perdí la confianza en todos. No quería ayuda, porque no confiaba en el mundo. Me estaba perdiendo, y lo sabía. Perdí las ganas de vivir”.

Un nuevo camino

Tras intentos fallidos de regresar —como en 2006 con KTM o en 2008 con el equipo Campetella— llegó el punto final. Una caída, el nacimiento de su hijo y el miedo le dieron la señal definitiva. “En una carrera perdí el guante al caerme. No me hice daño, pero lo viví como una señal del destino. Mi mujer estaba embarazada. Decidí dejarlo. Les dije a mis compañeros que tenía miedo. No quería seguir”.

Desde entonces, la vida de Poggiali ha tomado otros rumbos. Jugó a fútbol sala, trabajó como probador, y actualmente colabora con el equipo Gresini, donde aconseja a los jóvenes desde su experiencia. “Les ayudo a gestionar emociones, a ganar confianza. La psicología, indirectamente, siempre está ahí”.

Perdonarse a uno mismo

Hoy, Manuel mira atrás sin rencor. Ha entendido su historia y la ha reconciliado con su presente. No culpa a nadie. Se reconoce en aquel chico brillante pero sin preparación emocional para lo que venía. “No era el mundo el problema. Era yo. Pensaba una cosa, tenía ciertas expectativas, pero no estaba preparado para aceptar ciertas situaciones. Me cogí manía a todo, pero hoy entiendo mucho mejor lo que pasó”.

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El joven que fue comparado con Rossi y que se retiró a los 24 años no busca volver a correr. Ha ganado algo más importante: la paz consigo mismo. “Volví a divertirme, a tener claro lo que quería. Hoy soy feliz. Eso es suficiente.”

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