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Cómo reducir la siniestralidad; episodio 11: las normas y las multas, para todos

20 Sep. 21 | 16:00
Varios peatones cruzan en rojo un paso de peatones
Foto: I.A.

Nos hemos acostumbrado a que las sanciones siempre sean para los conductores de vehículos motorizados. ¿Es buena idea tolerar que el resto de usuarios incumpla las normas sin consecuencias?

Hace unas semanas en mi ciudad se hizo viral una queja de ciclistas que protestaban porque la guardia municipal se había llevado media docena de bicicletas mal aparcadas, fijadas a árboles o mobiliario urbano, cosa que está expresamente prohibida según ordenanza. En un lugar tan conocido y abarrotado como la playa de La Concha de San Sebastián en pleno verano. Seis bicicletas. Pues bien, hasta el alcalde tuvo que justificar la actuación en redes sociales, asegurando que sus agentes esperaron durante una hora a sus propietarios y tras comprobar incluso (algo inaudito) que había sitios disponibles en las proximidades donde aparcar las bicis.

Es una simple anécdota, un ejemplo de lo que ocurre cuando alguien se atreve a sancionar a quien no conduce un vehículo motorizado. No hay responsable político que sea capaz de aventurarse a castigar a peatones y ciclistas con la misma devoción con la que se persigue a los vehículos con matrícula.

Costumbres que se convierten en normas

Decía San Francisco Javier que «la costumbre sustituye a la ley, que (los hombres) se convencen de que lo que ven hacer delante de ellos todos los días puede hacerse sin pecado». Añadía que «las costumbres malas parecen adquirir autoridad y prescripción por el hecho de ser practicadas comúnmente». Podría haber conocido esta cita por mis años en un colegio religioso pero en realidad lo recogía Ted Simon en su mítico libro «Los viajes de Júpiter».

Desde hace años eres tú el que te echas la gasolina. Te cobras a ti mismo al pasar por caja en algunos comercios, y en las cabinas de peaje de las autopistas ya sólo queda un humano en cada sentido porque en el resto de los carriles puedes pagar con tarjeta o con el VIA-T. Eso mismo está ocurriendo con las multas. Cada vez hay menos agentes, y el sistema sancionador se alimenta gracias a las multas gestionadas electrónicamente, desde que salta el flash del radar hasta que te llega la carta a tu buzón. Cuando has aparcado mal, un agente deja el boletín de denuncia en tu coche o moto y desaparece rápidamente (lo afirmo porque lo he visto). Si se puede, con el mínimo contacto (y conflicto) posible.

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Todos los días podemos ver peatones, y también ciclistas urbanos, incumpliendo normas en una proporción que debería hacer saltar las alarmas, muy por encima de la de los conductores de automóviles. Pero con menos vigilantes en las calles, y como está peor visto multar a un ciudadano sin matrícula que saltarse un semáforo, pues es tremendamente extraño que sean sancionados. Cuando ocurre es más bien por reaccionar airadamente a la posible amonestación verbal, que es en lo que suele quedar todo.

Llega el patinete y pone todo patas arriba

Es evidente que las consecuencias de un accidente provocado por un peatón o un ciclista suele tener menores consecuencias que cuando conduces un vehículo más rápido y más pesado, y además lo habitual es que aquellas sean para el infractor. Sin embargo, hacer la vista gorda también ha tenido una consecuencia nefasta con la inesperada irrupción del patinete eléctrico. La invasión de las aceras a todo trapo y sin distancia de seguridad, incluso timbre en mano para que te apartes no son una casualidad. Algunos han cambiado los zapatos por dos ruedas y un motor eléctrico, sin comprender que ahora conducen un vehículo.

¿Y esos padres que cruzan los semáforos en rojo con sus hijos? Qué clase de ejemplo estás dando. Claro, un día te piden una moto y la respuesta es que no, que son muy peligrosas. Lo serían mucho menos con un piloto responsable y concienciado, pero si le has enseñado desde pequeñito que se puede cruzar «si no viene nadie» y tampoco te van a multar, pretenderás que tu hijo respete las normas milagrosamente precisamente a partir de ahora, por el simple hecho de llevar una matrícula en el colín de su moto nueva. Y no.

«Respeta para que te respeten»

Muchas veces miramos al norte de Europa como una referencia. Envidiamos cómo organizan y comparten su espacio, su educación y respeto, pero sin practicarlo. Lamentablemente, se ha generalizado la técnica de cumplir las normas únicamente si no hay consecuencias. Como los accidentes siempre les ocurren a otros, si nadie me ve o no me van a clavar una multa, ¿para qué tomarme la molestia de respetar la ley? ¿Qué efecto negativo tiene sobre todos los conductores el tolerar que peatones, ciclistas y patineteros la ignoren?

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En mi opinión, es reseñable. No tiene ningún sentido limitar la velocidad a 30 km/h con la disculpa de proteger a peatones y ciclistas y mientras permitir que se pongan en riesgo aceptando sus infracciones. Recuperar espacio para las personas en las ciudades es un reto magnífico, pero no puede ser a cualquier precio. Hacer tuya la ciudad no significa pasarte las normas por el forro.

Las normas son para todos

Cuando en un periódico se lee, por ejemplo, que un conductor ha sido «cazado» a más de 200 km/h, hay personas y entidades que se quejan por encontrar inadecuada la terminología. Pero no es casual, porque ese es el espíritu que hemos conseguido normalizar. Si no te pillan es como si no hubiera pasado. Las propias campañas sancionadoras programadas de la DGT tampoco ayudan, como la batida de «vigilancia de motocicletas» de hace dos fines de semana. El resultado oficial, por cierto: 15.281 motos controladas y 448 denuncias. La infracción más habitual, exceso de velocidad, contabilizó un total de 138 sanciones, lo que significa que sólo el 0,1% de las motos circulaba a velocidad ilegal. No está mal para ser un colectivo con tan mala fama, ¿verdad?

Es triste, pero a falta de educación, multar funciona para cambiar comportamientos. Lo ha hecho en buena medida entre los conductores motorizados (por miedo a la sanción o perder el carnet). Ahora queda en manos de las autoridades competentes seguir poniendo el punto de mira en los de siempre y dejar que siga habiendo colectivos privilegiados exentos de cumplir las normas o ser valientes y tomar medidas poder ver aquí mismo la educación, el civismo y el respeto que nos asombra cuando miramos a Europa, bien sea a pie o sobre ruedas.

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